Diecisiete años, el primer amor, el primer
beso con sentimientos, como una bomba, una explosión de fuegos
artificiales en tu estómago, pedacitos de estrellas deslumbrando
tanto que a veces tus ojos se llenan de luz al mirarlo, un brillo
especial que solo aparece cuando le miras con cara de estúpida
enamorada. Llegar a casa con una sonrisa de oreja a oreja, tan feliz
y fuerte que crees que puedes tocar la luna con la punta de tus
dedos. Y aquí es cuando te das cuenta que lo bueno se hace esperar,
que vale la pena toparte con todos los capullos del mundo para que
cuando llegue la exacta sea como un chute de felicidad. Porque quizá
cuando dejas de buscar aparece lo que siempre has deseado, como
cuando pierdes algo por casa, lo buscas todo el tiempo, dejas de buscar y aparece. Quizá no es la persona con la que
vas a pasar el resto de tu vida, pero si te dieran un sobre con el
nombre de ésta, ¿lo abrirías? Nuestro futuro no tendría ninguna
emoción si lo supiéramos. Ama locamente el presente.